Genética evolutiva: sí, venimos del mono

Por Marta Marín
Genética evolutiva: sí, venimos del mono

Evolución y el origen de la vida

El origen de la vida en la Tierra se remonta a 3.500 millones de años, momento en el que aparecieron los primeros organismos vivos: las bacterias. Tras este primer evento, poco a poco la vida se fue diversificando hasta alcanzar una gran biodiversidad de especies, con una amplia variabilidad genética poblacional, en nuestro planeta. Pero, ¿cómo se han originado todas las especies que han habitado o habitan la Tierra en la actualidad? Las fuerzas evolutivas de cambio son la causa de la aparición de nuevas especies y de la gran biodiversidad que tiene nuestro planeta actualmente.

La teoría que sustenta la evolución biológica y que está aprobada y consensuada por la comunidad científica es la teoría darwinista. Alfred Wallace y Charles Darwin defendieron la selección natural como principal fuente de cambio y del proceso evolutivo. Además, esta teoría sostiene que las especies van cambiando a lo largo del tiempo (algunas se extinguen y otras se mantienen), que la evolución es un proceso continuo, que los organismos que son similares fenotípica y genéticamente están emparentados y provienen de un mismo antepasado, y por último, que ese cambio producido en las especies se debe a la selección natural. Es decir, en cada generación se produce una variabilidad de determinadas características y sólo aquellas que presenten alguna ventaja adaptativa para sobrevivir en un ambiente concreto se hereden en las siguientes generaciones.

Imagen errónea de la representación de la evolución:

¿Cómo se produce esta variabilidad entre organismos? Para que aparezca esta variabilidad, causante del fenómeno de la especiación, es necesario que el cambio provocado por el proceso evolutivo sea a nivel genético, es decir, que ese cambio se produzca en el ADN. Estos cambios son fomentados por la necesidad que tienen los organismos de adaptarse al medio en el que habitan. Por tanto, los cambios a nivel genético pueden ser incentivados por alteraciones en el propio ambiente en el que viven o por desplazamientos que realizan los seres vivos a un entorno diferente.

Teoría sintética

La teoría sintética, defiende el estudio de la evolución desde un punto de vista genético, para entender cómo se producen esos cambios en los procesos de especiación. Las principales fuerzas evolutivas que provocan ese cambio y variabilidad genética son:

  • Mutación: cambios en la secuencia de ADN que pueden ser inapreciables o no. La mayor parte de las mutaciones de novo que aparecen en un organismo y no son consecuencia de la herencia.
  • Migración: este fenómeno ocurre cuando una población se desplaza a un hábitat nuevo, y como consecuencia se producen alteraciones en las frecuencias genéticas provocadas por el cruzamiento sexual entre poblaciones diferentes.
  • Deriva génica: se produce cuando el tamaño poblacional es pequeño y aumenta la probabilidad de transmitir a la descendencia determinados alelos. De forma que disminuye la variabilidad genética entre los organismos (pérdida de heterocigosidad).
  • Selección natural: es la fuerza evolutiva que permite que aquellos individuos que posean una variante genética favorable para aumentar su supervivencia en el medio en el que se encuentran, tengan mayor eficacia biológica, es decir tengan más probabilidades de reproducirse y transmitir ese carácter a la descendencia.

La disciplina científica que estudia todos estos aspectos es la genética evolutiva, encargada de analizar la distribución de los alelos transmitidos de generación en generación. Una de las leyes de mayor relevancia de esta disciplina es la Ley de Hardy-Weinberg, que sostiene que, en condiciones de apareamiento aleatorio, las frecuencias alélicas poblacionales se mantienen constantes de una generación a la siguiente en ausencia de perturbaciones como las fuerzas evolutivas. De esta manera, la población estaría en equilibrio. Sin embargo, esta situación teórica no es la que ocurre en la realidad, pues se deben tener en cuenta esas fuerzas evolutivas de cambio, que sí que actúan en el mundo natural alterando las frecuencias alélicas y, por tanto, el genotipo de cada individuo..

Genética evolutiva humana

En los últimos años, la genética ha permitido un análisis más exhaustivo del grado de parentesco entre diferentes especies, así se ha logrado una mayor precisión a la hora de clasificarlas. Por tanto, gracias a las nuevas tecnologías de secuenciación del genoma podemos comprobar el grado de similitud del ADN humano con otras especies como la rata (más de un 80% de similitud), el pollo (más de un 60% de similitud) y el chimpancé, con el que compartimos un 99% de nuestros genes. Es decir, solamente un 1% del genoma nos diferencia de esta especie. Este último dato, ha hecho que múltiples genetistas discutan la inclusión del chimpancé en el mismo género que el de los humanos, un tema que ha tenido y sigue teniendo grandes controversias en la comunidad científica.

En resumen, la genética evolutiva nos permite conocer el grado de parentesco que presentan distintas especies entre sí, como es el caso del ser humano con otras especies. Por tanto, esta disciplina es importante para entender el funcionamiento de nuestro organismo y las causas de la heredabilidad de algunos caracteres que pueden no tener función aparente en la actualidad, pero que tienen su explicación si seguimos la pista de la evolución de las especies.

De hecho, a pesar de los estudios genéticos, todavía no se conocen bien los genes implicados en la aparición de algunas características humanas como la capacidad del cráneo y el desarrollo cerebral, el lenguaje o el bipedismo, cualidades diferenciales entre humanos y chimpancés.

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